lunes, 6 de diciembre de 2010

alma

Cada poema que le enviaba le ponía especial atención. Iba variando temas y mezclando imágenes fuertes con algunas un pocos mas débiles o delicadas. Nunca me lo había dicho tanto como esa primera vez, aunque su objetivo estaba claro, y el poema solo servía de excusa. Una simple pero elocuente excusa. Todo estaba centrado en el mágico juego de palabrerías que usaba para acercarse. Ni siquiera pertenecíamos a la misma clase social. Hubiera dado mi alma para que así sea. Y eso ya era mucho decir.


Quien dice que esta dispuesto a perderlo todo no suele estar en sus cabales, pero a mi me parecía que yo era la excepción. Tenía algo muy en claro que daba vueltas en mi mente armándose sobre una base dura y consistente y de ninguna manera estaba dispuesto a perder esa solidez de la que me había armado. Era como un gran escudo que paradójicamente, me dejaba librado al azar y a la buena de Dios, como a un pobre huérfano que le han dejado sin padres. Pero ese fracaso no bastaba para vencerme. Por el contrario, me hacía mas fuerte y mi corazón se erguía sobre una coraza formada de sangre y venas que se regocijaban tiernamente, dilatando mi alma. La misma alma que hubiera vendido al diablo en caso de haberme tentado. Pero aún la conservo. Intacta. Perdurable. Lista y presta a caer en cualquier otra tentación. La que sea por conseguir aquello que mas deseo. Que se vuelve perdurable con el tiempo e indeseable tras haberlo alcanzado. Mas no importa que precio he de pagar por mi ambición, pues a eso estoy dispuesto. Y lo he estado cada segundo que he pasado pensando en ello.