martes, 16 de diciembre de 2008

ODIAR LOS DOMINGOS


“Odio los domingos”, se dice Lucas para sí y piensa que debería ocupar su tiempo libre en una buena lectura o sumergirse en una película apasionante. Pero ni la lectura le garantiza que sea buena, ni la película apasionante. Entonces recurre al odio mismo. Odiar los domingos es, en realidad, odiar la ciudad desierta, el silencio de las calles con aroma a cementerio, la melancolía producto de esa misma sensación silente, el no poder ver nada en televisión, en no saber que hacer, en sentir que el tiempo pasa lento, esa cena inevitable de domingo familiera repleta de las sobras del mediodía, esa angustia de saberse solitario, de volverse aburrido e infeliz.
Lucas se levanta tarde, almuerza pasadas las dos con su familia y vuelve a su cama. Ese aposento de domingo por la tarde. Estira el brazo y finalmente alcanza el libro. Empieza a leerlo vagamente pero el silencio lo aturde y no logra concentrarse. Lo deja aun lado de la cama. Prende la tele. La apaga. Toma el teléfono y marca el número de su mejor amigo pero salta el contestador, piensa en dejarle un mensaje pero el impulso de cortar le gana de mano. Se echa a un lado y a otro, da vueltas en la cama hasta encontrar la posición que se siente más cómodo. Finge una sonrisa. Intenta dormir pero la claridad que penetra por la hendijas de la ventana del cuarto son demasiados fuertes. De golpe se queda dormido sin darse cuenta. Ronca y sueña que debe hacer un viaje largo, en bote, pero se siente perdido y no sabe volver y se queda solo hundido en una oscuridad parcial, pensativo. Y se da cuenta que su sueño es tan parecido a un domingo por la tarde.
Se despierta pasada la seis de la tarde. El silencio vuelve a invadirlo. El domingo vuelve a apoderarse de él. Es lo más parecido a la muerte. Queda en babia hasta pasada la ocho, come y vuelve a acostarse esperando ansioso la llegada del lunes.



domingo, 14 de diciembre de 2008

GANAR Y PERDER


Siempre, en la vida, hasta en los peores momentos aparece algo. Algo que te hace cambiar o seguir adelante. Ya sea un amigo, un pariente, un desconocido, ¿Por qué no una película?, un libro, una obra de teatro, algún hecho de la vida cotidiana, algo que te hace cambiar la dirección, ya sea consagrándote a algo maravilloso o a algo que no lo es tanto.
Lo importante es que vivas cada instante haciendo lo que te gusta, lo que te da placer, lo que te adormece el sueño, aquello por lo cual sentís que vale tu vida ser vivida.
Arriesgar es poner en riesgo algo y volvemos a ese “algo”. Se trata también de invertir el tiempo en hacer lo que queres por más que el miedo te invada o la vergüenza te aceche o tengas presente esa incertidumbre de no saber que te depara el destino.
Pero algún día ese momento llega y es ahí donde se ven los resultados, y te sentís como en una prueba que rendiste y necesitas saber si estas aprobado. ¿Y si el “aprobado” no viene? ¿y si se tarda mucho en ser eso que uno quiere ser? ¿y si no llega nunca? . Si estas preguntas te invaden es porque realmente nunca estuviste seguro al arriesgar. Y la duda llega indirectamente a la inversión de ese tiempo dedicado.
Entonces, supongamos (nada mas supongamos) que el resultado de nuestra prueba es “DESAPROBADO”, algunos se angustian, otros se deprimen, otros buscan otra alternativa, otros se resignan, otros vuelven a intentarlo sin dejar de bajar los brazos y otros cambian la dirección gracias a ese “algo” o a ese “alguien” que siempre aparece. Por eso si el día de mañana no llega ese “algo” tan ansiosamente esperado, no hay que desesperar. Que una lágrima o un lamento se te escape no quiere decir que hayas fracasado, tu vida sigue y por lo tanto hay más por que vivir. Pero en todo caso, me sentiría fracasado sino lo hubiese intentado. Si me sale mal, ya vendrá pronto algo o alguien que me haga cambiar la dirección. Seguramente encontraré otros planes o quizás mi mente esté sumergida en otra cosa. Ya que si ello no llega es porque quizás tomé el camino equivocado (y siempre se puede volver) porque si existe un camino erróneo es porque existen varios correctos, porque para llegar a las cosas siempre hay muchos caminos. Siempre es mas fácil quedarse en el molde, llorar, sufrir, porque al fin y al cabo retomar otro camino significa volver a arriesgar, a invertir y uno no se siente preparado siempre para ello. De todos modos, a menos que la muerte te gane de mano, en algún momento, ya por instinto vas a sentir ganas de hacer algo nuevo. Porque en definitiva llorar, deprimirse, intentarlo nuevamente, angustiarse, consagrarse, no son más que posibles metas a alcanzar.

sábado, 13 de diciembre de 2008

EL NIÑO VERDE


Santiago camina por un camino verde y siente como los pies se van elevando lentamente hasta quedarse suspendidos en el aire. La sensación de ese momento le parece maravillosa e inexplicable. En su cara se le dibujan los gestos del placer y en su estómago presiente las primeras cosquillas de la adrenalina. Una euforia se desata cuando atraviesa una nube y siente que el cielo dibuja copos de algodón a su alrededor y se ve inmerso en ellos, y ahora se siente por un momento instigado en su infancia en un inmenso pelotero lleno de pelotas verdes. Y la sensación que antes sentía al bajar por el tobogán hasta llegar a sumergirse en las pelotas ahora la siente por todo el cuerpo y en mayor intensidad. El sabor amargo de pisar el suelo con los pies quedó marcado para siempre en una esquina olvidada tras alguna huella que se esfuma al tiempo que se siente húmedo y mojado, y atraviesa la lluvia y la tormenta se sensibiliza, como si su cuerpo fuera un manto de piedad que lo atraviesa lentamente. Y el cielo se vuelve gris por un instante y vuelve a esclarecerse lentamente convirtiéndose en gotas de rocío. Y caen sobre el suelo que quedó tan lejos. Ahora vuela zigzagueando al compás de los truenos. Entretanto, estira sus brazos lo mas que puede e intenta aferrarse a un ave que pasa volando junto a él, pero se da cuenta de que el ave va mas rápido y no puede alcanzarla. La imita, mueve sus brazos como si tuviera alas y a pesar de que toma mas velocidad no sale de su asombro. ¿Estoy volando? Se dice para si con una sensación extraña que le recorre desde la cabeza hasta la punta de los pies.
El ave se aleja hasta perderse entre las nubes que se opacan por la tormenta. El cielo trona. Y una luz lo ilumina todo, con una fuerza de Sansón que resulta descomunal. Y siente el silbido de un ave a lo lejos, quizás la misma que paso a su lado que grita enfurecida porque el cielo clama, o quizás sea otra persona, como él, que ascendió a los cielos y dejó en el suelo lo terrenal. Y no le importa, disfruta de este momento airoso. Abandona el zigzagueo y se deleita con los paisajes, mira hacia abajo y el mundo ahora es un pañuelo, y entonces, como si fuera un niño, cree por un instante que ha entendido el famoso dicho y recae en una sonrisa sutil casi innovadora que abandona la angustia, el dolor y el miedo. Y de pronto, todo se vuelve verde. Verde intenso, demoledor, capaz de enceguecer a una mirada débil.
El sol quema tibio. Y el mundo desde arriba empieza a hacerse cada vez mas grande, mas real. Y se da cuenta de que esta descendiendo. Abre sus manos e intenta agitarlas a modo de aletas, pero no hay caso. Sigue descendiendo cada vez mas fuerte. A la velocidad de un rayo. Cuando está a punto de llegar a tierra y apoyar sus pies, todo desaparece: el ave, lo verde, esa sensación asombrosa y esas ganas de volarse a un mundo donde valga la pena vivir quedan solo en el imaginario, en el imposible y todo se vuelve fracaso. Un rotundo fracaso que asedia en su cabeza. Y sigue su camino por ese parque verde, lleno de árboles de hojas verdes, caminando por la arena verde, cuando descubre que todavía tiene un niño dentro que no ha madurado, que aun esta verde.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

AMANTES

Cuando chico, vivía en un pueblo donde todo lo que me gustaba parecía no existir o estar tan lejos que resultaba inalcanzable y eso me producia una gran angustia porque mi vida transcurria sin ninguna clase de expectativa y a pesar de que yo tenía en claro en que deseaba ocupar mi tiempo libre, todo resultaba imposible. La lejanía de ese pueblo que albergaba a un niño plenamente infeliz y la necesidad de ese niño de poder salir de su tristeza. Me volví gordo, solitario, soñador, y hasta por momento (aunque no quiero resultar exagerado) autista.

Con el tiempo, supe que mi vida se estaba yendo en las cuatro paredes de mi cuarto y que eso no me hacía bien. entonces decidí concretar una cita con mi amante. Salir me costó mucho,por no decir, muchísimo. Salir significaba encontrarme con la gente que alguna vez me había relacionado, pero a pesar de esa dificultad que se me imponía vagamente, puse un fuerte empeño en salir victorioso. Mi madre me ayudó a esto. Ella fue la que me presentó a mi amante. Una tarde, luego de su trabajo, me visitó en mi cuarto ("mi lugar sagrado" por aquél entonces) y me dió un volante de una escuela de comedia musical. Allí fui. A estudiar Comedia Musical.

Desde ese día supe que ese amante sería el único al que me aferraría con una fuerza demoledora, pero la gran ciudad me invadió de cosas nuevas y los amantes empezaron a presentarse uno a uno, y hasta hoy los conservo. No me he podido deshacer de ninguno. A pesar de que a unos les doy mas bolila que a otro, mi corazon tiene un lugar dedicado a cada unode ellos que no deja de latir. Y lo bueno es que los demas amantes no se enteran y si se enteran no se celan. Por eso esta bueno tener varios amantes.
La lectura, el cine, el teatro, el baile, la literatura, son mis grandes amantes. Y son los únicos que me ayudaron y que me ayudan a dejar atrás a ese niño gordo y solitario que vivía inmerso en una habitación rodeado de soledades y angustias.

Un amante es "lo que nos apasiona, lo que ocupa nuestro pensamiento antes de quedarnos dormidos y es tambien quien a veces, no nos deja dormir. nuestro amante es lo que nos vuelve distríado frente al entorno. lo que nos deja saber que la vida tiene motivación y sentido.
A veces a nuestro amante lo encontramos en nuestra pareja, en optros casos en alguien que no es nuetra pareja, tambien solemos hallarlo en la literatura, en la musica, en la politica, en el deporte, en la amistad, en el estudio, o en el obsesivo placer de un hobby..."

entonces no cabe duda alguna de que es el o los amantes los que nos ayudan, a aquellos que como ese niño de aquel pueblo que dejé atrás, deambulamos por la vida solitarios, con la intencion de tomar remedios multicolores, de observar con decepcion cada nueva arruga que nos devuelve el espejo, sin saber que cada una de esas arrugas, en un surco que nos ha dejado la vida. Que nos hace ser como somos, tal y cual queremos.
Es por eso, que hoy, con 22, vivo la vida, sin esperar que la muerte llegue a abrazarme. Quizás apunto a que me salude de lejos o me pase por al lado y me ignore. Aunque algún día, y es la inevitabilidad, se que su abrazo va a llegar, pero toda va ser sin problemas, porque yo viví mi poco o mucho de vida, con unos amantes tan fogozos, como placenteros.
"Al fin y al cabo, la muerte tiene buena memoria y nunca se olvidó de nadie...."

sábado, 6 de diciembre de 2008

ALZHEIMER

Debo Acotar que este mensaje no es unicamente un juego, esta comprobado que una persona que le cueste descifrar este mensaje, tiene mayor posibilidad que otras de sufrir Alzheimer.. Si Alzheimer.Espero que vos puedas descifrarlo!!!!
SI CONSIGUES LEER LAS PRIMERAS PALABRAS, EL CEREBRO DESCIFRARA LAS OTRAS.

C13R70 D14 D3 V3R4N0 3574B4 3N L4 PL4Y4 0853RV4ND0 A D05 CH1C45 8R1NC4ND0 3N 14 4R3N4, 357484N 7R484J484ND0 MUCH0 C0N57RUY3ND0 UN C4571LL0 D3 4R3N4 C0N 70RR35, P454D1Z05 0CUL705 Y PU3N735. CU4ND0 357484N 4C484ND0 V1N0 UN4 0L4 D357RUY3ND0 70D0 R3DUC13ND0 3L C4571LL0 4 UN M0N70N D3 4R3N4 Y 35PUM4. P3N53 9U3 D35PU35 DE 74N70 35FU3RZ0 L45 CH1C45 C0M3NZ4R14N 4 L10R4R, P3R0 3N V3Z D3 350, C0RR13R0N P0R L4 P14Y4 R13ND0 Y JU64ND0 Y C0M3NZ4R0N 4 C0N57RU1R 07R0 C4571LL0; C0MPR3ND1 9U3 H4814 4PR3ND1D0 UN4 6R4N L3CC10N; 64574M05 MUCH0 713MP0 D3 NU357R4 V1D4 C0N57RUY3ND0 4L6UN4 C054 P3R0 CU4ND0 M45 74RD3 UN4 0L4 LL1364 4 D357RU1R 70D0, S010 P3RM4N3C3 L4 4M1574D, 3L 4M0R Y 3L C4R1Ñ0, Y L45 M4N05 D3 49U3LL05 9U3 50N C4P4C35 D3 H4C3RN05 50NRR31R.

viernes, 5 de diciembre de 2008

r e a l i d a d


UNO

Agustín. 25 años. Discreto, busco amigos.
Nico apretó el 2 e inmediatamente pidió conferencia. Al escuchar su voz, lo primero que hizo fue imaginárselo: chico alto, de dientes blancos, sonrisa tenue y de un caminar que demostraba seguridad. Aun no podía llegar a divisar el color de sus ojos. Un amorronado, quizás tirando a verdoso: ojos largos, orientales, profundos. No se había hecho una mala impresión, tal vez era su propia inseguridad la que desafiaba su imaginario.
Decidido a hablarle, impostó la voz. Ahora sonaba distinto. Se agradaban mutuamente. El intercambio de palabras no fue muy largo. Nico prefirió no alargar demasiado la conversación y sin rodeos ofreció un punto de encuentro y el número telefónico de ambos. Era de noche y llovía torrencialmente. Desde el lugar donde estaban apenas lo separaban un par de cuadras. La avenida Belgrano había sido el punto elegido por ellos para verse a las doce en punto. Eran las once y cuarto cuando se dejaron al teléfono. Impartiendo puntualidad, lo primero en hacer Nico fue darse un baño de no menos de cinco minutos y cambiarse para la ocasión. Bajó los doce pisos de su edificio por las escaleras para hacer tiempo, al llegar a la primera esquina esperó a que pasen los autos, a que corte el semáforo y por fin cruzó la calle con la absoluta parsimonia con la que lo haría un viejo de 80 años. Caminó las cinco cuadras que le restaban del trayecto lentamente, como si estuviera dando un paseo de turista. A pocos metros del lugar citado, se toma un instante de apenas unos segundos, respira débilmente con sus precarios pulmones y reanuda la marcha. Unos pasos mas adelante, sabe que lo va a esperar. Llega diez minutos antes, a pesar de intentar llegar tarde pero no lo logra. Es puntual. Muy puntual. Aunque le gustaría no serlo, (no tendría que soportar las esperas que se hacen interminables). Él sabía de antemano que no llegaría a la hora pactada, que con certeza llegaría minutos mas tarde, sin embargo no perdía la esperanza de que alguna vez, la espera se volviera un consuelo, por eso buscaba con la mirada moviendo la cabeza de un lado a otro, esperando que por fin, apareciese.
Miró el reloj, faltaban apenas dos minutos para las doce. Volteó nuevamente la mirada hacia la esquina y no vio a nadie. El lugar del encuentro estaba habitado solo por él, la lluvia y un policía que lo empezaba a mirar con ganas de sospecha. Un ruido lo distrae y ve que han colisionado dos vehículos en plena Avenida. El policía se olvida de Nico y se encarga de hacer su trabajo. Llama por handy un móvil para que se haga presente en el lugar del choque, que por casualidad, es el lugar de encuentro de Nico y Agustín.
De lo único que se apoderó es del chicle que se ha llevado a la boca para ser de esos minutos tortuosos una espera amena. Por un fugaz instante Nico tuvo la sensación de que alguien le había fallado y esa misma sensación se mezcló con el aroma a menta en su boca.
Esperar, es todo lo que pudo hacer en ese momento. Aguardar con paciencia su llegada, controlando su ansiedad desmedida y alimentando su vista con la desgracia ajena.
Los conductores de los vehículos parecían haber salido ilesos. Hablaban entre ellos y el policía mediaba para que no pase a mayores. Eso es lo único que podía distinguir Nico desde donde estaba. Y así se enteró de todo: del accidente, de la ausencia de un cuerpo venido al encuentro y de la lluvia.
Pensó en irse como vino: con el paso lento y las lágrimas guardadas dentro suyo. Haría el mismo viaje de vuelta. Las cinco cuadras que lo separaban de su casa, atravesaría el Congreso y se iría con el sabor amargo se sentir que ha sido defraudado, por primera vez, por una persona que ni siquiera le conoce el rostro. Solo su voz.
Caminó una cuadra de regreso, pero algo lo detuvo. Fue instintivo. Se puso las manos en el bolsillo y sacó un pedazo de papel donde había anotado su teléfono. Lo miró con indecisión, pero no le costó. Marcó el número. El tono le daba la sensación de que volvería a escuchar esa voz de nuevo. Sin embargo el contestador le rompió la ilusión. Soy Nico, te estuve esperando, pero no viniste. Te dejo mi numero por si me queres volver a ver otro día: 15-64-97-27-69. Cortó. Cortó sin saber que cometía el peor error de su vida. Ilusionado, una vez mas, miró hacia a la esquina y lo único que vió además de la lluvia, fue al policía en medio de los autos, solo, como estaba él. Esperando. Como esperaba hace unos instantes que el tiempo pasara. Y que alguien, a quien no conocía, acudiera a su encuentro.


DOS

Cuando llegó a la puerta prefirió el ascensor a subir los doce pisos por escalera. Una vez arriba atravesó la puerta y se dirigió al baño. Se lavó las manos y no pudo evitar mirar de reojo su reflejo. El espejo le devolvía una imagen distorsionada. Hubiera preferido no mirarlo. No se sentía bien y su aspecto no era el mejor. Apagó las luces, se desvistió en la oscuridad y se metió en la cama procurando dormir. Cerró los ojos y pensó en él. No había manera de no sentirse angustiado. El sueño tardaba en llegarle. Nico sabía, que a su pesar, esa no iba a ser una noche feliz.
Un día, el siguiente, Nico abrió los ojos y comenzó su vida rutinaria. De mejor ánimo. A él le gustaban los días de semana. Sobre todos los lunes. Y ese día era lunes. Entonces perfiló hacia el baño, orinó de parado, se lavó los dientes, las manos, prendió la ducha, esperó a que salga el agua caliente y se entró a bañar.



TRES

Caminaba en dirección a él sin darse cuenta. Llevaba la cabeza gacha y en los oídos auriculares. Cuando se cruzaron el primero en hablar fue Nico. Lo llamó por su nombre. Agustín solo atinó a darle un beso que Nico sintió liviano, de esos que se dan cuando están apurados. No se ilusionó, pensó que todo quedaría en compartir una o dos cuadras de amigable conversación. No le pareció “lindo”, más bien “interesante”. Ojos achinados, como si hubiera sido engendrado por un oriental y una extranjera. Nariz grande (no tanto). Tez morena tirando a clara. Delgado por demás, tirando a anoréxico. Patón (a ojo acusaba un 43 de calzado). Usaba ropa blanca y zapatillas de calle. Tenía 25 (eso decía él al menos, porque Nico ya dudaba) pero tenía el cuerpo de un nene de 12.
Hasta acá, todo normal o eso pensaba Nico que luego de caminar dos cuadras y escucharlo hablar a una velocidad de rayo (porque sólo se escuchaba él) de una vida que él consideraba una delicia. Nico sintió como si fuera un necesidad espiritual, como si tuviera un guión armado del que se debía liberar pronto, como sacándoselo de encima. Cualquier pregunta inoportuna de Nico podría llegar a desencajar la “vida” de Agustín. Mejor dicho, el libreto que Agustín usaba a modo de presentación. Al cabo de caminar cinco cuadras, algo los sorprendió. Agustín estaba desencajado, porque algo se le había salido de la vaina. Un encuentro inesperado, quizás. Un tal Ricardo, “Ricky” como le decía él. Era su compañero de joda, (el de turno, sospechaba Nico), que por la sucesión de los acontecimientos no tardó entender que se conocían hacía un par de semanas y menos de un mes. Agustín trataba a cada instante de evadirlo sutilmente. Cuando se despidieron, el tal “Ricky” le dijo a Nico: “Cuídalo que vale oro” y Nico le sonrió creyendo que se iba con una piedra preciosa al lado suyo. Caminaron un par de cuadras mas y la invitación fue pertinente. ¿Querés tomar algo en casa? Dale, contestó Agustín y entraron, pidieron el ascensor, marcaron el 12 y subieron en silencio, como dos personas que recién se conocían.


CUATRO

Nico introdujo la llave y entraron. Lo primero que hizo Agus fue ir a conocer el balcón y la vista pareció enmudecerlo. Nico no lo podía creer. ¡Algo lo enmudecía!
Después vino lo lógico. Tomar lo prometido, escuchar algo de música y ver una película. Hicieron demasiadas cosas juntos para ser el primer día que se conocían. A Nico le había bastado con eso. Lo despidió y Agustín se fue como vino, pidió el ascensor y bajó. Cuando llegó abajo emprendió camino a su casa. Nico, asomado al balcón, vió como se iba mágicamente desintegrando como el agua en las manos. Allí iba, como parte del aire. Aire que respiraba.

CINCO

Los siguientes encuentros fueron mas pasionales o mejor dicho, mas sexuales. Agus venía, hablaban de algún tema en común, se besaban, se desnudaban y tenían sexo. Se había vuelto rutinario. Nada fuero de lo común. Pero un día la rutina se rompió. Ese día, a la noche, Agus vino pasada las dos de la mañana (venia de trabajar), se sentó en la cama de Nico, lo llamó y le dijo que estaba triste. Nico le preguntó ¿porqué? Y él respondió que veía muy cercana la posibilidad de irse a vivir de vuelta a lo de su mamá. No tenía nada de malo, pero Agustín lo veía como un retroceso. La respuesta de Nico fue inmediata (y ahí se sintió un boludo) “Si querés yo te banco los días que laburás” y él actuó caras, entre unas y otras terminó diciendo que sí. Pero la invitación terminó siendo una para nada sutil mudanza.
Nico ya no pudo hacer nada. Ahí entendió el refrán que dice “uno es esclavo de sus silencios y dueño de sus palabras”. El tiempo pasó y la convivencia se hacía cada vez más penosa para Nico.
Y entonces pasó todo: Caricias, sexo, mentiras, infidelidades, más mentiras, discusiones, desempleos, vacaciones, la familia, desconcierto, compras innecesarias, amor falso, necesidad verdadera, mas discusiones, mas mentiras, salidas a boliches, cenas, almuerzos, desilusiones, enfermedades, hospitales, estudios médicos, mas mentiras, confesiones, basureadas, tristezas, depresiones, mas mentiras, reacciones inoportunas, amistades incomprensibles, mas sexo, un darse cuenta, un cambio profundo, una distancia, un acercamiento, un darse cuenta dos, mas sexo, un estudio, y lo que para Nico era mas importante: tener ganas.
Una mañana despertó con una sensación extraña; Nico no sabía donde en realidad vivía Agustín porque no conocía su casa (si la dirección), para él todo el entorno de “Agustín” era invisible. Eran tantas las mentiras que ahora Nico sospechaba que todo era falso, hasta su familia. Y entonces, le pidió si por favor, lo podía acompañar a su casa, pero no a visitar a su familia, sino a ver, (aunque parezca una incoherencia) si en realidad existía. El respondió con un rotundo NO. Y Nico se sintió dolido. Aunque resultaba incoherente que Agustín creyera que Nico no conocía su casa si en verdad tenía su dirección. Y sin embargo nada cambió.


PRESENTE

Nico se levantó una mañana con la misma sensación de aquella vez y escribió un cuento. Y se vio en la realidad de que todavía no lo conoce. Que la sensación de desconfianza le gana. Y entonces pensó, ¿Por qué? Y enseguida le vino la respuesta: Y aún no conoce su casa. Esa es la realidad.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

s i d a


este es un link sobre un spot de prevencion contra el sida muy interesante.

(dura apenas unos segundos, vale la pena mirarlo)

DEBERIAMOS TOMAR CONCIENCIA.

¿no?

UN INSTANTE FELIZ


María se miraba en el reflejo del vidrio de la ventana y veía algo patético. Se veía él sentado en la punta de una cama de dos plazas que resultaba angosta cuando la compartía con Alicia. “no sé cuando fue que pasó, ¿en que momento?, ¿Cómo no medí cuenta?, porque de algo así es imposible no darse cuenta. ¿Qué carajo estaría pensando cuando dije que aceptaba? Ahora no hago más que pagar con creces el peor error de mi vida. Ernesto y Gusti me lo decían todo el tiempo y yo no los escuchaba. Los tendría que haber escuchado. Ahora ya no puedo hacer nada.” Alicia estaba sentada en el inodoro con la puerta abierta y en cada margen de tiempo miraba a María con la rabia dibujada en su rostro, como pidiéndole que se moviera, que no se quedara quieto, que también debería hacerse cargo porque él había tenido mucho que ver. Y cuando decía mucho no se equivocaba. Alicia sintió que se mareaba y prefirió acostarse, pero el sueño no le llegaba nunca. Ahora se le ocurría un té de boldo con canela que María debía prepararle. Pero lejos estaba de complacerla tanto.
Cuando uno decide casarse piensa que todo va a ser color de rosa, y anda pensando en el infierno que verdaderamente le espera. Yo amaba a Alicia, pero casarme con ella significaba muchas cosas que yo desconocía y que nadie me advirtió. No era en buena ley. Era como comprarse un auto nuevo y enterarte que tenía el motor fundido. Mas allá de todo casase con Alicia implicaba demasiadas cosas, entre ellas implicaba soportar que todas las noches se embadurne en cremas que no sabe ni para que son ni porque las usa, implicaba que al irme a bañar vea la bombacha enroscada como una víbora sobre la canilla de la ducha, implicaba que me use la afeitadora para depilarse, implicaba que apriete el dentrífico del medio y no de abajo como el sentido común lo indica, que escuche música antes de irse a dormir, que se ponga rouge y me bese, que se queje cuando intenta excitarme y yo no estoy de ánimo, que me revise el celular, que me obligue a levantarme cuando ella se levanta, que no cocine, que sea pegote, que no le guste ir al cine, que haga el té en el microondas, que le guste andar de la mano cuando caminamos por la calle, que tenga varices, que no le guste el sexo oral, entre otras cosas.
Lo único que quería era algo más de acción. Algo que me haga sentir vivo y no desahuciado. Eso era todo. Al fin de cuentas no pedía mucho, simplemente algo fuera de lo común, algo que no me pase todos los días, que se mas bien que no tenga nada que ver con mi vida y con mi rutina. Quizás todo eso parecía anclarse en el único deseo que buscaba hace días: estar lejos de Alicia.
Entonces, ese día, esperé a que salga del baño, junté fuerza de donde no tenía, tomé coraje y la enfrenté. Los 120 kilos de Alicia me abrumaban y me hacían sentir diminuto. “Me voy al club” dije con una naturalidad poco creíble y fue en ese instante que dibujó un gesto de fastidio tan grande y tan honesto que no cabía duda que no le gustaba en absoluto la decisión que había tomado.
-¿Es un chiste?-dijo con toda la frescura en su cara.
-¿un chiste? ¿Te parece un chiste?- y dicho esto noté como las manos de Alicia se acercaban lentamente por mi cuello
-Sos un loco- dijo sonriendo con sorna y sentí que el nudo de la corbata ahora me ajustaba demasiado.
Cerré los ojos y cuando los volví a abrir todo estaba en su lugar, mis pies no se habían movido ni un milímetro y yo estaba bajo las estrictas órdenes del matrimonio, encarcelado por una alianza y encerrado en lecho nupcial. No hubo discusión. Una mirada me bastó para entenderlo todo. Ahora, después de tanto tiempo, las palabras sobraban y los gestos bastaban para entendernos. Estuve de acuerdo con ella (pero no conmigo).
Cerca de las doce del mediodía, me pidió que vaya a comprar el pan. Salí despreocupado y sin culpa porque me en definitiva ella me había dado permiso. Cuando iba por la calle me sentía observado pero cuando levantaba la vista la realidad era otra. Todos estaban en su mundo y realmente nadie me observaba ni osaba hacerlo. Cuando estaba a punto de doblar por la esquina, un chico de dieciséis o diecisiete años se me cruzó en mi camino y aunque surgió en mi la esperanza ilusoria de que solo pase cerca mío, se interpuso ante mí y me pidió casi agonizante que le dé todo lo de valor que tenía, enseguida le ofrecí la billetera y el reloj que llevaba puesto, pero antes de irse, me pidió la alianza. Y yo dudé pero su repentino apresuramiento hizo que me la quitara de la mano. Y se fue sin mas, dejándome solo en esa esquina con una multitud que me ignoraba por completo. Pero a pesar del mal momento, sentí un alivio inmenso. Respiré hondo y me sentí libre. Tan libre como hace tanto tiempo no me sentía.
Y entonces volví cabizbajo, abrí la puerta y la vi, le conté lo que me había sucedido y no hizo una sola mueca en todo el tiempo que duró mi relato. Creo que nunca me creyó. Igual fue una sensación única, jamás me sentí tan libre y tan feliz, como ese mediodía en esa esquina, ese instante, luego de que un chico me sacaba la alianza que ahora echaba de menos.